Durante los años de violencia terrorista en el Perú, los grupos subversivos Sendero Luminoso (SL) y el Movimiento Revolucionario Túpac Amaru (MRTA) produjeron más de 25,000 muertos, cientos de desaparecidos y millones de dólares de pérdidas en daños materiales a la infraestructura nacional y privada. Entre los años 1980 y 1997 el país fue víctima de la violencia y la extorsión de estos grupos de criminales. La población vivía en vilo de las huestes subversivas además del caos de la crisis económica y social de los años 80 y 90. El país entró en un túnel sin aparente salida.
Gracias a la acción de las Fuerzas Armadas, la Policía Nacional y el apoyo de la población civil se les llegó a derrotar militarmente. Esto se dio después de la captura de sus principales cabecillas y se selló de una forma simbólica con el rescate de los rehenes de la embajada de Japón en abril de 1997.
En los años siguientes, en la década del 2000, se trató de abordar desde la perspectiva sociológica los años de violencia con la conformación de la Comisión de la Verdad y Reconciliación (CVR). Se buscó recopilar los testimonios de las víctimas y sus secuelas. En los años siguientes se distorsionó la historia, por algunas corrientes ideológicas, del papel que desempeñaron las Fuerzas Armadas y la PNP en la lucha contra el terrorismo y poco - o casi nada- se ha tratado sobre el desempeño de la población civil frente a la barbarie terrorista.
La población peruana que vivió en aquellos años fue, en mayor o menor medida, víctima del terrorismo: muerte de seres queridos, invalidez, daños psicológicos por los atentados, pérdida de libertades individuales, constante zozobra, etc., pero que al mismo tiempo resistió con resiliencia estas adversidades con proyectos de vida encaminados a desarrollarse en el propio Perú, afirmando su esperanza en un futuro libre de ideologías tiránicas. Los peruanos continuaron con la celebración de matrimonios, cumpleaños, bautizos, graduaciones, fiestas patronales, emprendieron pequeñas empresas, construyeron sus hogares, etc., en medio de la violencia terrorista. La población, a pesar de vivir entre apagones y coches bomba tenía esperanza en un futuro mejor.
Estas historias de peruanos anónimos durante la época del terrorismo son las que queremos contar en nuestro proyecto cultural “Resistimos con esperanza”.